Más allá de nuestras circunstancias, las personas somos el resultado de nuestras decisiones. Es así como trazamos nuestros caminos, nuestra bondad y la capacidad de ir aprendiendo de nuestros errores.
Nuestras decisiones definen quiénes somos. Más allá de nuestros talentos, habilidades o competencias está cada elección hecha en un momento complicado. Están, también, aquellas personas o cosas que hemos decidido priorizar en un instante determinado. Lo que hemos dejado atrás nos define, al igual que dice mucho de nosotros la capacidad de aprender de los errores y de decidir un poco mejor.
A menudo suele decirse aquello de que siempre es mejor una decisión errónea que permanecer en el limbo de la indecisión. Sin embargo, en ocasiones, hasta el simple hecho de “no decidir nada” por mera inseguridad, ya es una decisión por sí misma. Porque al no actuar y quedarnos donde estamos ya se traza un camino e incluso un destino. Así, en cada uno de esos pequeños actos cotidianos, se va construyendo nuestra vida y también la persona que somos.
Este tema no deja de ser curioso y trascendente por sí mismo. Lo es porque gran parte de nosotros nos obsesionamos a menudo con la idea de tomar las mejores decisiones posibles, de aprender a clarificar opciones para acertar al 100 % en cada paso y en cada elección. Sin embargo, las personas nos pasamos el día entero tomando decisiones de manera inconsciente, motivadas por nuestras emociones, impulsos e intuiciones.
Profundicemos un poco más en el tema.
Nuestras decisiones definen quiénes somos
Leche de vaca o bebida de soja. Enviar un mensaje o llamar por teléfono. Salir a correr o ver nuestra serie favorita. Ir a la fiesta o tomar algo con un amigo en casa. Cada decisión que tomamos a diario perfila algo más que aquello que nos apetece en un momento dado; refleja, también, la esencia de nuestra personalidad.
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Raymond Kurzweil, ingeniero experto en inteligencia artificial y escritor de divulgación científica, señala en su libro Cómo crear una mente que el hecho de elegir en qué invertimos nuestro tiempo es la decisión más determinante de todas. El tipo de vida que llevamos, el trabajo que tenemos y con quién compartimos nuestros días son el resultado directo de las decisiones puntuales tomadas en algún momento.
Por lo tanto, tenemos claro que nuestras decisiones definen quiénes somos, pero ¿sabemos cómo las tomamos? ¿Existe de verdad eso llamado libre albedrío?
Nuestra personalidad define el tipo de decisiones que tomamos
Las personas somos libres hasta cierto punto en materia de toma de decisiones. Esto es así porque si hay algo que va a determinar el tipo de elecciones que tomemos en la vida es, sin duda, nuestra personalidad. Para bien o para mal estamos «moldeados» por el peso de la genética, por la educación recibida, por el modo en que hemos interpretado cada experiencia y, también, por el contexto que nos rodea.
Ese conjunto dinámico de aspectos va definiendo nuestra personalidad y mediando, a su vez, en el tipo de decisiones que tomamos en nuestro día a día. Hay personas más impulsivas, otras más reflexivas, algunas más tendentes al cambio y otras con un patrón comportamental más conservador.
Tomar decisiones es algo que nos genera estrés
Este dato no deja de ser curioso. Según una investigación llevada a cabo en la Universidad de Columbia por la doctora Maya Rossignac, tomar decisiones es, por término medio, algo que genera estrés a la población. Lo hace porque las personas nos obsesionamos siempre por tomar la elección más adecuada, por no fallar y tener éxito en cada uno de nuestros pasos.
Sin embargo, se nos olvida una cosa. Tomar decisiones acertadas es un logro, es cierto. Pero la verdad es que nadie tiene el control sobre lo que pueda pasar mañana. El coste o la ganancia de una buena decisión se ve con el tiempo, pero hay algo más relevante aún: saber reaccionar cuando la decisión es mala y saber aprovecharla cuando la elección es la correcta. Cualquiera de esas dos cosas, también nos dice quiénes somos.
Nuestras decisiones definen quiénes somos, no nuestros talentos
Nuestra sociedad es muy tendente a ensalzar a alguien por sus talentos. Todos tenemos en mente a ese actor, esa actriz, ese cantante, ese escritor, ese bailarín o ese presentador que nos encanta por el modo en que lleva a cabo su labor. Hay, efectivamente, personas con talentos excepcionales.
Sin embargo, si nuestras decisiones definen quiénes somos, en ocasiones, podemos llevarnos una decepción cuando descubrimos qué elecciones toman muchas de esas figuras que tenemos como referencia. A todos nos ha pasado alguna vez.
Un día dejamos de admirar o de tener amistad con alguien cuando, de pronto, somos testigos de sus acciones. Cuando los vemos priorizar unas cosas sobre otras. Cuando actúan con egoísmo. También cuando los vemos tomar decisiones poco valientes, de las que dejan en evidencia su escasa calidad humana. Todo ello nos da, sin duda, unas pistas idóneas sobre cómo es alguien en realidad.
Para concluir, como suele decirse, las puertas que abrimos y cerramos cada día son las que deciden el tipo de vida que vivimos. Y, en ellas, ciertas figuras acaban quedándose fuera. Decidir bien es un arte que vamos mejorando con el tiempo y la experiencia. Tengámoslo en cuenta.
Este artículo ha sido escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater